"Que nadie te diga qué es la poesía"
es una de las tantas advertencias que hago cuando inicio mis talleres de escritura porque tal vez, hay quienes se ofendan que este "fulanito", que no conoce a nadie, a quien nadie conoce y que para colmo, apenas ha publicado un par de cosas, el mismo que no participa y que no vive publicando todo lo que hace, es quien se atreve –¡Oh Padre!–, a enseñar a escribir cosas "creativas". En este país parece como que uno tiene que vivir explicándose si no quiere que la gente se haga sus películas de Tarantino y termino uno mocho o sin un ojo.

Otra de las advertencias que hago es "nadie nos puede enseñar a escribir", sin embargo, siempre te ponen los subtítulos de aquello que creen que asumes desde tu postura. Para criticar algo conózcalo primero, puesto que si no lo hace, queda en evidencia desde qué lugar ejerce usted su derecho a criticar.

Y da pena que tenga que constantemente explicarme, porque si no, entra uno en ese espacio de la "comemierdería" en el que nos etiquetan, en esas suposiciones de quien no te conoce pero le irritas o que te conoce y le caes mal porque estás en desacuerdo con ellos/as, de quien te odia secretamente –o públicamente si se tiene suerte–, o quizá estoy siendo melodramático y al final a nadie le importa un coño uno. Escoja la respuesta que más le guste.

Sí, imparto talleres de escritura porque escribir es pensar y lamentablemente aquí mucha gente escribe sin pensar, sin detenerse a repensarse siquiera, o quiere escribir pero no lee, o quiere imitar a alguien. No hay tampoco un reconocimiento del proceso de escribir como la línea del pensamiento que recorremos porque tenemos algo importante que decir. Queremos decirlo todo pero no queremos analizarnos a nosotros mismos siquiera. El asunto es que nuestros intelectuales te piensan desde lo que creen que conocen de ti, y como no pierdo mucho tiempo intentando agradarles, pues imagínese.

Esos mismos/as intelectuales nos han vendido la idea de que la escritura debe venir de la instrucción, del conocimiento formal y académico, de lecturas borgianas y del "buen gusto", legitimado por toda la lista de autores y referencias que poseen, y por supuesto, por la lista de amigos. Esos mismos intelectuales no se quitan el traje y la corbata para darse una vuelta por la ciudad, ni se salen del polígono central, o sí se la quitan, pero siempre andan con las tijeras afiladas. Se nos legitima más por lo que sabemos, que por lo que tenemos que decir. Los ambientes literarios raramente salen de sus ideas preconcebidas de la literatura y desechan todo aquello que no viene de los mismos lugares que ellos conocen. Apenas se sorprenden con la poesía viene de Gualey, Cristo Rey, Herrera, Guaricanos, de San Carlos.

La poesía lo trasciende a usted. Le explico para que tenga una idea: ¿Qué hago en mis talleres de poesía? Invito a mirar, a no escribir ni porque es chulo ni porque nos va a salir un polvo con alguien. Ayudo a que cada quien encuentre su propia voz pero sobre todo, a que se analice quiénes somos y por qué queremos escribir. Moléstese si usted no quiere que las chicas de la Zurza empiecen a utilizar la escritura como les de su gana. ¡Oh qué miedo!

Lo que realmente hago es invitar a reflexionar y a no dejarse vender sueños ni cohibirse de hacer nada esta la vida, a mirar de otra manera el mundo que nos rodea. La poesía no se enseña, se comparte, pero usted insiste en creer que estoy dando cátedra. Bien por usted. Y en realidad lo que no entiendo es cómo es que hay un grupo de gente a la que le molesta tanto que cualquier persona utilice la escritura como medio de expresión. ¿Alguien me lo explica? Ojalá todos/as escribieran poesía, aunque sea por joder y verle la cara de quille a quien se ofenda.