La casa está vacía:
su apetito nunca antes concurrido
saciará.

Nacerán de cajas atiborradas,
árboles de libros,
estantes que elevarán sus alturas
sublevadas al desequilibrio,
pequeños accesorios
jarrones,
elefantes de madera sándalo,
relicarios,
incensarios,
lámparas.

Uno a uno los objetos buscarán su lugar
desde el balcón al sofá,
desde la escalera de emergencia a la cocina.

El baúl abrirá su boca traga-mundos
y saldrán hileras de soldaditos de plomo
listos a formar sus ejércitos monocromáticos,
grullas de origami hechas del periódico
aquel que nunca guardó la fecha
en sus esquinas,
perdido en el principio de todo
como una tarde,
donde el rayo de luz mortecino
nos besó las manos.