No soy perfecto. Duermo más de lo que quisiera. Sigo poco mis propios consejos. Me despierto en medio de la noche a mirar por la ventana tratando de encontrar la luna. Psicorígido en exceso. Soy de los más vagos que puedas conocer. Escribo y pinto cuando me acuerdo. Tengo como 500 ideas sin terminar. Leer se vuelve cada vez más necesario. Hablo menos, como más de lo que debería, me da migraña de tanto pensar. Cada vez sé menos sobre la vida, mucho menos de lo que quiero hacer con ella. Mis estados anímicos varían de la euforia a la tristeza más rápido de lo que parece. Necesito olvidarme del rencor, no sé cómo dejar de ser tan orgulloso. Odio la hipocresía, prefiero un insulto genuino que una halago malintencionado. Quienes afirman conocerme se sorprenderían de lo mucho que les falta. Cada vez tengo menos amigos y con los que guardo hago muy pocos actos de presencia. Debería salir más. A veces en muy raras ocasiones, me siento en algún lugar de la ciudad sin ningún motivo a ver la gente caminar de lado a lado, algunos reconociéndose en el proceso, otros (la gran mayoría) pasan sin darse la más mínima cuenta de los demás. A veces me dejo los audífonos puestos en el metro sin música. Camino cada vez más, de manera empedernida, como si al caminar se desprendieran de mí uno a uno los pedazos que no hacen falta y la fachada descubierta mostrara ciertas luces. Cada vez más quiero pasar desapercibido. No quiero ser rico por más que traten de inculcarme de que es la meta. Tengo miedo a morir de hambre en la vejez por no tener ninguna gran ambición. Temo el compromiso y temo también quedarme solo. No soy perfecto ni tampoco pretendo serlo, aunque quizá ese ideal de imperfección me parece también un parámetro que bien puede ser cuestionable. Cuando me enojo hiero en demasía, al igual que cuando me entrego: los términos medios me dejan insatisfecho. Entonces, siempre termino en preguntarme quién soy volviendo en el ejercicio a entender que no lo sé. Cada día me reconozco menos ante el espejo que me traiciona con los años, y releyéndome en las poesías encuentro a 200 yo que sólo son evanescencias. No soy perfecto. Lo poco que sé en estos tiempos es que lo incierto es también una ventana.